Monarquías renovadas y monarquías renovables. Las antiguas monarquías abren una vía entre estabilidad y renovación

  • Monarquías cambiantes, monarquías no hereditarias y repúblicas dinásticas

La nueva sensibilidad política y social que propician la globalización, la difusión de la información, la revolución de las comunicaciones y la penetración persistente de las redes sociales afectan también a un sistema de gobierno caracterizado por el respeto a la tradición y cierta reticencia a los cambios.

Signo de estos tiempos es la exigencia (incluso más allá de lo materialmente posible) de que las teorías democráticas signifiquen una verdadera participación cada vez mayor de los ciudadanos en la política, tanto en la toma de decisiones, como en la selección y renovación de los gobernantes, cada vez más considerados como “administradores” o “mandatarios” (no aquellos que mandan, sino quienes han recibido un mandato de sus iguales para gestionar intereses y recursos públicos).

Con estas ideas imponiéndose en el ámbito de la política… ¿qué ocurre con los sistemas que han tenido en la tradición su sustento ideológico y en la autoridad única su modo legítimo de ejercer el poder, si bien paulatinamente limitado? Las monarquías en el siglo XXI pueden contabilizarse en torno a veintisiete. Número impreciso, como imprecisos son los contornos de lo que podemos considerar como “regímenes monárquicos”.

La sucesión hereditaria suele considerarse como uno de los rasgos que identifican a estos sistemas. Pero encontramos sorpresas entre regímenes bien republicanos: ya no solo los casos de los EE.UU. de América, en que un presidente Bush fue elegido unos años después que su padre, al igual que los Bongo en la Rep. Popular del Congo o los Aquino en Filipinas; la muy republicana Corea del Norte, que hace gala de una retórica revolucionario-nacional-comunista, lleva tres generaciones ininterrumpidas de “presidentes” que se suceden unos a otros hereditariamente mediante el voto de la Asamblea Popular. O el caso de Joseph Kabila, que ascendió a la presidencia de la República del Congo tras el asesinato de su padre. Y así parece que Teodoro Obiang Nguema está preparando su sucesión en Guinea Ecuatorial. Y singular el caso de Bangla Desh, donde los dos partidos que se disputan el poder presentan en su cabeza a dos dinastías que proceden del fundador y del siguiente presidente del Estado bengalí. En la vecina India los miembros de la familia Nehru-Gandhi llevan décadas sucediéndose al frente del partido principal del gobierno. También se podrían añadir otras dinastías del poder, alzadas bien con sistemas democráticos, como la familia Betancur en Colombia, los Frei en Chile o bien por designaciones del aparato político más o menos democráticas, como los Kirchner y los Perón en Argentina, los Meléndez-Quiñones en El Salvador, los Castro en Cuba, los Duvalier en Haití o los Somoza en Nicaragua.

Se consideran monarquías también a regímenes con una sucesión particular, como el Yang di Pertuan Agong (supremo gobernante) de la Federación de Malasia, rotativo entre los sultanes y reyes de los territorios que la conforman; los Emiratos Árabes Unidos, cuyo presidente constitucionalmente es elegido cada cinco años por el consejo de los siete emires que forman el Estado, aunque de hecho siempre se ha conferido el cargo al emir de Abu Dhabi. Otras monarquías “sui generis” son el principado de Andorra, cuyos copríncipes difícilmente pueden serlo por herencia: uno es el presidente de la República Francesa y otro el Obispo de la española Seo de Urgel. Y el caso más singular es el del Vaticano, estado surgido como base estatal de la Santa Sede, que es la cabeza de la Iglesia Católica, cuyo soberano es el Papa, elegido por un colegio de cardenales, en donde tampoco existe un principio hereditario (aunque durante varios siglos varias familias consiguieron instalar a varios de sus miembros en el solio pontificio). Siempre se ha considerado como una monarquía en el sentido más propio de la teoría política, porque el poder jurídicamente es de uno sólo.

Las monarquías en el mundo se sitúan en Europa en su mayor parte, entre los países más desarrollados social y económicamente. También existen varias en Asia y unas pocas en África y Oceanía. Si se considera que la reina de Gran Bretaña también lo es de algunos estados que forman parte de la Commonwealth, podríamos extender el número y la amplitud del régimen monárquico a los cinco continentes: Canadá, Bahamas, Granada y Belice en América; Australia, y Nueva Zelanda en Oceanía, etc…

  • La “moda” de las abdicaciones y renuncias

¿Qué desafíos han de afrontar las monarquías para mantener el tradicional sistema de gobierno sin colisionar con la mentalidad post-moderna? La renovación viene por varias vías, acertadas o no. Transparencia, en cuanto a gastos y actividades de los titulares; apertura social, dejando de lado consideraciones dinásticas y recambio de quienes ocupan el trono. La segunda de estas vías conlleva un problema existencial, de identidad o esencia del propio concepto de monarquía, pero es cierto que son muchos los soberanos que han optado por cónyuges de linajes ya no desiguales sino insignificantes. Eso, cuando no es que la propia condición personal y social resultaría difícil de encajar incluso en una familia simplemente acomodada (los casos de Letizia Ortiz y Mette-Mariit de Noruega son los más llamativos).

La autolimitación del tiempo de permanencia en el trono ha sido una opción que ahora parece que tiene buena aceptación. Es cierto que hay algunas monarquías con una larga tradición en este sentido, de soberanos que, desde hace varias generaciones, están bien dispuestos a dejar la suprema autoridad del Estado a sus herederos más jóvenes, confiándoles la renovación de la vida política. Singulares son los casos de los grandes duques de Luxemburgo (la gran duquesa Carlota y su hijo Juan, padre del actual gran duque) y los reyes de los Países Bajos, donde la reina Beatriz ha abdicado siguiendo el ejemplo de su madre Juliana y de su abuela la reina Guillermina). También en 1984 el príncipe Francisco José II de Liechtenstein se retiró de la actividad política, dejando a su hijo el príncipe Juan Adán II como regente desde 1984 hasta 1989, en que falleció aquél. El propio príncipe también ha renunciado en 2004 al ejercicio de buena parte de sus funciones preparando a su heredero Luis (nacido en 1968) para asumir el gobierno del principado centroeuropeo.

Caso aparte es el del singular Norodom Sihanuk, príncipe, primer ministro, rey, presidente, y de nuevo rey de Camboya, quien abdicó finalmente en 2003, con 81 años, en favor de su hijo Norodom Sihamoni, de 40.

Con esos escasos precedentes, en 2000 el gran duque Juan de Luxemburgo, con 79 años se retira de la jefatura del Estado en favor de su hijo, el príncipe Enrique, que entonces contaba con 45; en 2006 Jigme Singye Wangchuck de Bhután, con sólo 51 años, decide apartarse al trono del reino budista del Himalaya en favor de su hijo Jigme Khesar Namgyal Wangchuck, que entonces sólo contaba con 26, para facilitar el proceso de reforma política y modernización.

Menos de seis años después se inicia una “ola” de renuncias y abdicaciones: en 2013 S.S. Benedicto XVI anuncia de forma sorprendente su propósito de renunciar al ejercicio efectivo del “ministerio petrino”. Tenía 86 años y fue elegido como nuevo pontífice el Papa Francisco, de 77. Ese año, la reina Beatriz de Holanda, con 75 años, el 30 de abril, en la misma fecha que lo hiciera su madre, anuncia su abdicación, siendo entronizado Guillermo Alejandro, de 46; meses después, en julio, el rey de los belgas, Alberto II, a sus 79 años, cede la corona a su heredero, Felipe I de Sajonia-Coburgo-Gotha, de 53 años. En junio anunció su abdicación el emir de Qatar, con sólo 63 años, en favor de su hijo Tamim, de 33.

En 2014, el rey Don Juan Carlos de España abdica. Tiene 76 años y era el primer soberano español que lo hacía desde Felipe V, el primer Borbón, en el siglo XVIII. Le sucede su hijo Felipe VI de Borbón y Grecia, con 46 años de edad.

  • Monarquías renovadas y monarcas veteranos

Una “promoción” de soberanos entre los cuarenta y los cincuenta años es la que rige, generalmente con un papel más arbitral que autocrático, los destinos de la mayoría de las monarquías. En gran número de ellas la renovación se ha producido por causas naturales (defunción del anterior soberano): Mswati III de Swazilandia tiene 46; Mohamed VI de Marruecos y Letsie III de Lesotho tienen 51; Abdallah II de Jordania, 52; Toupou VI de Tonga, 55; y Alberto II de Mónaco, 56.

De más de sesenta años hay varios reyes: el antiguo emir recientemente elevado al rango de rey de Bahrein, Hamad bin Isa Al-Jalifa (64); el de Suecia, Carlos XVI Gustavo (68), cuya heredera Victoria recientemente ha contraído matrimonio; el sultán de Brunei, Muda Hasan Al-Bolkiah Muzzaidin Waddalah (68), quien ha tenido problemas con ciertas veleidades de su heredero, un tanto derrochador y sin la descollante personalidad política de su padre.

Las monarquías con soberanos más veteranos en el trono parecen interpeladas a seguir los pasos de las otras. Quizá en algunos casos el problema puede ser ciertas carencias de los llamados a sucederles en el trono, pero la renovación no puede demorarse por mucho tiempo en reinos tan importantes como el de Arabia Saudí, cuyo soberano de 90 años, ha heredado a sus cuatro hermanos y aún quedan más hijos del difunto Abdalá para sucederle. En Gran Bretaña y Tailandia, dos monarcas con grandísima popularidad, Isabel II (nacida en 1926, en el trono desde 1953) y Bhumipol (nacido en 1927, en el trono desde 1946), se mantienen en el trono, quizá con cierta inquietud por el futuro y por la capacidad de mantener la cohesión del reino por sus respectivos herederos, Carlos y Maha Vajiralongkorn, ya sesentones. En Gran Bretaña, una vez superadas las tensiones separatistas en Escocia y casado el primogénito del Príncipe de Gales, podría ser fácil la sucesión. Tailandia aún mantiene gravísimas luchas internas. En el caso del emir de Kuwait, Sabah Al-Ahmad Al-Yaber Al-Sabah, aunque cuenta 87 años, hay que contar con que llegó a la jefatura del Estado hace relativamente poco, en 2006, y el contexto internacional y político del país quizá sea el mayor elemento de disuasión para hacer cambios.

Entre los setenta y los ochenta años aun encontramos a varios soberanos, que quizá podrían renunciar próximamente para permitir una renovación de la vida política en consonancia con los nuevos aires internacionales: el emperador Akihito del Japón (nacido en 1933) tiene a su heredero Naruhito sobradamente formado para asumir sus funciones cuando sea necesario; nacidos en 1940 son otros dos monarcas muy populares: la reina Margarita II de Dinamarca y el sultán Qabus ibn Said Al-Said de Omán. Con 74 años bien podrían plantearse su sucesión. En el caso de Dinamarca, la casa de Schleswig- Holstein-Sonderborg-Glücksburg tiene como heredero al príncipe Federico, que también se puede considerar bien preparado y muy bien relacionado para heredar a su madre. Lo mismo se puede decir del rey Haroldo V de Noruega y su hijo Haakón Magnus. Uno con 77 y otro con 41 años, pueden considerarse emplazados también para una renovación.

La renovación de las monarquías parece seguir los tiempos de cambio. Otras cuestiones se plantean con ello. El papel de la tradición, el sentido de la propia sucesión hereditaria, con la “moda” de los matrimonios desiguales,… eso puede dar pie a nuevos debates.

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Famosa foto de “Las Promesas”. Reunión de jóvenes promesas el 4 de marzo de 2013, invitados por los herederos de Holanda, en Apeldorn. Aparecen el gran duque heredero de Luxemburgo Guillermo de Borbón-Parma y su esposa Estefanía de Lannoy; los príncipes heredereros de Suecia, Daniel y Victoria Bernadotte; el príncipe de Asturias, Felipe de Borbón y su esposa Letizia; la princesa María, cónyuge del heredero de Dinamarca; los príncipes herederos de Holanda, Máxima Zorreguieta y Guillermo Alejandro de Nassau; los príncipes de Lieja, Matilde y Felipe de Sajonia-Coburgo-Gotha, de Bélgica; y el príncipe Haakon Magno de Holstein-Schleswig-Sonderburg-Glucksburg, de Noruega. Un año y medio después la mitad de ellos habían heredado ya el trono.

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“Foto de Familia” de la Reina de Inglaterra en la celebración de su jubileo, en 2012. En la fila inferior: el emperador del Japón, Akihito; la reina de los Países Bajos, Beatriz; la reina de Dinamarca, Margarita II; el rey en el exilio de los helenos, Constantino; el rey de Rumanía, Miguel; la reina de Gran Bretaña, Isabel II; el rey de Bulgaria, Simeón; el sultán Muda Hasán de Brunei; el rey de Suecia, Carlos XVI Gustavo; el rey de Swazilandia, Mswati III; el príncipe de Liechtenstein, Juan Adán II; en fila segunda: el príncipe Alberto II de Mónaco; el gran duque de Luxemburgo, Enrique; el rey Letsie III de Lesotho; Alberto II, rey de los belgas; el rey Haroldo V de Noruega; el emir de Qatar, Hamad al Zani; el rey Abdalá II de Jordania; el rey Hamad al-Jalifa de Bahrein; el sultán Yang di Pertuan Agong de Malasia; en la última fila: el jeque Nasser Mohamed, de la familia de los emires de Kuwait; el representante de los Emiratos Árabes, el príncipe heredero de Abu Dhabi; el príncipe heredero de Yugoslavia, Radu; el rey de Tonga Tupou VI; el príncipe heredero de Tailandia; la hija del rey de Marruecos, Laila Meryem; y el príncipe saudí Mohammed bin Nawaf, hermano del rey de Arabia. (by Jesús-María Navalpotro Sánchez-Peinado)

7 pensamientos en “Monarquías renovadas y monarquías renovables. Las antiguas monarquías abren una vía entre estabilidad y renovación

  1. Me sorprenden un poco los errores que este artículo deja caer. Inusual en el blog, que sigo con fruición, por lo interesante de todos sus post. Lo primero, escandaloso, es que el autor instala a Omar Bongo en el Congo. ¡¡¡Pero si fue presidente de Gabón!!! Su hijo, Alí Bongo (en realidad Alain-Bernard Bongo; tampoco su padre se llamaba Omar, sino Albert-Bernard Bongo), hábilmente preparado por su padre, consiguió ganar de alguna manera las elecciones de 2009 y desde entonces ejerce la presidencia de la República Gabonesa.
    Otro error es la imprecisión con que habla de Joseph Kabila, el hijo de Laurent-Desiré Kabila, que fue presidente de la República DEMOCRÁTICA del Congo, mudando el antiguo nombre que Mobutu Sese Seko le había dado de República del Zaire. Hay que recordar que la República del Congo, sin más, es el país vecino, que preside Denis Sassou-Ngueso, y que también tuvo otra denominación anterior, la de república Popular del Congo, en los largos años en que padeció la dictadora comunista de Marien Nguabi.

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    • Agradezco tu participación, Aníbal. Lo que no me deja de sorprender es el alto nivel intelectual de los lectores de este blog. 🙂 Es cierto lo que comentas. Gracias por la aclaración.

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  2. Interesante el artículo. Como todos los que pones, Flávia. Me gustaría saber quién es la princesa de Dinamarca que aparece en la foto de «las jóvenes promesas». Tengo entendido que los reyes de Dinamarca sólo tienen dos hijos.

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  3. Muy bien respondido, Flávia. si el Sr. Suero se fija en el pie de foto advertirá que claramente se dice que es María, esposa del heredero de Dinamarca. Su nombre es María Isabel Donaldson, es australiana de padres escoceses. Su padre es un profesor de Matemáticas de la Universidad y ella ejerció la abogacía antes de su matrimonio. Pertenece a la clase media alta australiana. Ahora tiene los títulos de Princesa María de Dinamarca y condesa de Monpezat, como cónyuge del príncipe Federico, que, por cierto, tiene estudios en Harvard, ha pasado por el Ejército, y ha actuado en varios proyectos de cooperación internacional. El matrimonio tiene cuatro hijos.

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  4. Sí, Mi reconocimiento, Doña Flàvia. Pero es que hay cosas que uno no puede pasar por alto. Por ejemplo, Guillermo (IV) Alejandro es de la Casa de ORANGE. La rama es Orange-Nassau, por disposición legal, pues bien se sabe que dada la sucesión femenina desde hace tres generaciones, su apellido sería van Amsberg, una casa nobiliaria alemana, a la que pertenecía el difunto príncipe Klaus, esposo de la reina Beatriz. Y ella era también hija de otro alemán, el príncipe Bernardo zu Lippe-Biesterfeld. Pero en los Países Bajos que sus reyes sean Orange es parte de la esencia nacional.

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  5. Desde luego Jesús-María tu faceta visionaria es sorprendente. No ha pasado ni una semana de la publicación de tu texto y una de las monarquías renovables, la de Arabia Saudita, ya está renovada (aunque teniendo en cuenta la edad del nuevo monarca -79 años- no sé yo si no convendría seguir considerándola renovable…).

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